. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Deseo . . . . . . .

      Vuelvo a patearme la ciudad, lentamente, mientras anochece. Ahora ya lo hace rápidamente. Si porque cuando quieres darte cuenta, la luz mortecina del sol se ha esfumado y las farolas empiezan a desperezarse. Primero una luz verdosa se va haciendo torpemente hasta que ya todo se llena de un blanco azulado irreal, que quiere ser luz de día pero que tan solo es una caricatura grotesca de ella.

      Pero ese instante entre que se va la luz, la de verdad. Y llega la otra, la artificial. Los colores mas increíbles estallan efimeros y me paro embobado observando el horizonte. En esta ciudad el campo y el asfalto urbano se dan la mano. Las ultimas luces tras las ruinas de Santo Domingo tiñen las nubes bajas que quedan también tras los arboles alineados a su alrededor. Y se va. Ahora las luminarias alumbran las calles con ese color tan irreal a que me refería. Veo pasar gente que probablemente vuelve a casa y que no le da mayor importancia al decorado por visto una y otra vez. Porque piensen, creo, que es el mismo de ayer, y de antes de ayer... Seguramente si se pararan un instante a observarlo seguramente se darían cuenta que no hay dos noches iguales.

¿Pero quien piensa en tal cosa?

Mientras... la Tierra sigue girando y tampoco deja de pasar desapercibido.




tony